viernes, 11 de noviembre de 2011

Dragones .

Le mostré mi espada como cartas afiladas, empezó a quemarme con sus llamas, a cada paso que daba más me quemaba. Al menor descuido le clavé mi espada sin el mayor remordimiento, llevaba  ansioso un año esperando el reencuentro, mortífero, y la lucha a vida o muerte con el dragón del corazón de piedra. Tras él, el paraíso de los sueños realizados.

 Si lograba fulminarlo todo estaría arreglado, no hay mejor regalo que darle corazón a un sueño,
 En su delirio, sus últimos suspiros no me estremecieron, había sido un luchador fuerte.  Callo desvanecido sin vida al suelo pantanoso de la cueva.
Lo que menos me podía esperar, es que su cuerpo delirante se convirtiera en roca,  taponándome la entrada al paraíso de los sueños.
Para este pequeño luchador era imposible arrastrarlo, pesaba toneladas, no podía llamar a nadie,   además la cueva pantanosa, no es un sitio para cuerdos.
Tire la espada  en el suelo me arrodille llorando, no podía tener más mala suerte. Volví hacia las afueras de la cueva pantanosa, jurando volver cuando pasara algún tiempo.
Medite la situación, yo ansiaba cruzar la cueva, detrás del cuerpo sin vida del dragón estaba mi sueño. Había estado todo un año aprendiendo como envainar la espada, siguiendo los consejos de  viejos sabios  que me  ayudaba a no desvanecer, día y noche practicando,

Me senté al sol ,  con lagrimas que inundaron mis ganas , pensé en mi lucha contra el dragón, una lucha que tanto tiempo  me había estado preparando y al que tanto miedo le había tenido mientras afilaba la espada para el combate, me sentía estúpido.
Mis lágrimas empezaron a tallar en la piedra caliza un mensaje, yo me quede mudo a la espera. Decía: Miguel La lección del día, no era que aprendieras a matar al dragón y conseguir tu tesoro, la lección era saber que no merece la pena tenerle miedo a nada y a nadie, por muy grande y malévolo que te parezca.

Los dragones a los que nos enfrentamos y tanto miedo nos da, nos debilitan, nos hacen pequeños,
Son tan ridículos e insignificantes que no merece ni el más mínimo pensamiento, porque son tan débiles y pesan tan poco que hay que pasar por encima de ellos sin tener que luchar contra ellos, Los lenguas de fuego, a la mínima se convierten en piedra, como su corazón.


Curándome las heridas : Descubriendo un nuevo mundo,  mi mundo había  cambiado.

Tito Mancera.
Va dedicado a los que dañan los sueños de las personas. Algún día, serán ellos los que se enfrenten y luchen una batalla, pero estos dragones no serán dragones de corazón de piedra , si no dragones de corazón de conciencia.